Émilie du Châtelet y sus dos pasiones: Voltaire y las matemáticas
personajes históricos
Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, marquise du Châtelet (1706-1749) de Maurice Quentin de La TourÓleo sobre tela 120×100 cm Colección privada, Choisel, château de Breteuil
Me perdonaréis pero no sé ni por dónde empezar. El nombre de Émilie du Châtelet puede que no os suene de nada, quizá se le recuerde más por la relación amorosa que tuvo con Voltaire que por su intelecto, su determinación y su vida, así que si algún director de cine lee este artículo le animo a que realice una película sobre su vida.
Sí, fue amante de Voltaire
Tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia aristocrática de Francia en 1706 y la desgracia de nacer mujer, digo desgracia porque su intelecto bien pudo compararse a otros grandes de la época, pero por no ser hombre cayó en el olvido. A los 10 años ya había leído a Cicerón y le apasionaban las matemáticas y la metafísica. Con 12 hablaba seis lenguas y su curiosidad y ganas de comprenderlo todo no tenían fin. Además del estudio disfrutó de la vida en la corte de Versalles y dispuso de profesores particulares de renombre.
Cuando cumplió 18 años se concertó su matrimonio con el marqués Florent-Claude du Châtelet con el que tuvo tres hijos, de los que vivieron dos, pero siempre se la consideró que era “demasiado ambiciosa, intelectual, emocional y liberada sexualmente”.
Tras ocho años de matrimonio iniciaría su romance con Voltaire con quien se fue sin solicitar el divorcio de su marido, no solo eso, sino que su esposo era amigo de Voltaire y consintió siempre el romance. Se mudó a la casa de campo de Voltaire en la que dispusieron de una de las mayores bibliotecas del país con más de 10.000 volúmenes, y allí pudieron realizar experimentos y desarrollar sus pensamientos, intereses comunes que reforzarían su relación durante el resto de su vida. El talento de Émilie du Châtelet le hizo ganar dinero en Versalles al aplicar las matemáticas como apostadora, nada comparado con el beneficio que obtuvo Voltaire con la lotería.
“La lotería es un impuesto que grava a los que no saben matemáticas”
El escritor y gran pensador francés Voltaire, su nombre era en realidad François-Marie Arouet, no pertenecía a la aristocracia pero dispuso de una fortuna económica que le permitió dedicarse a escribir. Su riqueza se la debe en parte a su ingenio y a sus amistades, especialmente la del matemático Charles Marie de la Condamine que conoció en una cena y que años después realizaría una expedición a Sudamérica para la medición del meridiano terrestre en la zona del Ecuador.
En las primeras décadas del siglo XVIII Francia estaba sumida en una crisis económica debido a las guerras que tuvo que afrontar años antes. El gobierno francés no podía pagar los intereses de sus bonos y la Corona se vio obligada a devaluarlos en el mercado para ahorrar dinero.
El ministro de Finanzas tuvo la idea de compensarlo anunciando que los propietarios de dichos bonos podían comprar números de lotería por una milésima parte de su precio, por ejemplo, si el bono valía 10.000 libras, el número de lotería costaba 10. Si tu billete salía agraciado la recompensa económica era más que generosa. Esta primera lotería tenía un error: todos los números tenían las mismas posibilidades de ser premiados, pero no todos costaban lo mismo, así, si adquirías muchos bonos baratos podías tener más posibilidades de ganar que si tenías pocos, pero caros.
Las matemáticas no debieron ser el fuerte del ministro que no reparó en ello, aunque Voltaire y Condamine, sí. Adquirieron numerosos bonos a bajo precio y el día 8 de cada mes participaban en el sorteo de 50.000 libras, resultando agraciados en varias ocasiones. Para no despertar sospechas se compincharon con once amigos de confianza y firmaban los bonos con nombres falsos. Finalmente, se descubrió su exitoso plan y fueron llevados a juicio, aunque quedó demostrado que no hacían nada ilegal. Tras ser absueltos se embolsaron entre 6 y 7 millones de libras francesas (el franco apareció más tarde) ascendiendo a medio millón la parte de Voltaire.
¡Quien dice sabio, dice feliz!
Una de las obras más influyentes de Émilie du Châtelet y que marcó a toda una generación de matemáticos y físicos franceses fue la traducción al francés del Principia de Isaac Newton que comenzaría en 1745. No se trataba de una tarea fácil por tener más de 500 páginas en las que además de traducirlas, anotaba objeciones y comprobaciones de sus teorías muchas hechas por ella misma demostrando en ocasiones las limitaciones de la teoría del genio inglés, algo que le hizo ganadora del sobrenombre “madame Newton”. Como en otras ocasiones con obras de otros relevantes científicos, la traducción hizo que se conocieran las ideas de Newton por toda Europa, no solo eso, sus comentarios ayudaron a comprenderlas.
Quedó embarazada de su última hija en 1749 con 42 años. Consciente del riesgo del parto por su edad presagió que moriría dando a luz. Lejos de venirse abajo con su trabajo intensificó las largas jornadas para terminar la traducción del libro de Newton durmiendo poco y trabajando más de 18 horas, solo descansaba para ver a Voltaire.
El 2 de septiembre de 1749, mientras escribía en su despacho las últimas anotaciones sobre la teoría de Newton, se puso de parto y 8 días después, murió de una embolia pulmonar. Pudo terminar a tiempo la traducción que sería publicada diez años después con un prefacio escrito por el mismo Voltaire, claro. Por cierto, el día de su muerte, amante y esposo, Voltaire y el marqués florent-Claude du Châtelet, permanecieron junto a ella y… tan amigos.
Para saber más:
Un blog más que recomendable de Marta Macho Stadler y cols. mujeresconciencia.com
Información basada en los artículos de bbc.com y mujeresconciencia.com
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