Inteligencia, emociones y voluntad
Excelentes
niveles de éxito o progreso social
A
nuestro alrededor encontramos abundantes biografías y ejemplos de personas que
han alcanzado unos excelentes niveles de éxito o progreso social en sus vidas y
que, a pesar de ello, han tenido una existencia amarga y desdichada. La felicidad
y la agradable sensación de vivir o haber vivido una vida bien lograda
requieren más que éxito o prestigio; son el resultado de una conjunción
armónica entre el progreso social y el progreso individual, que se
retroalimentan formando un círculo virtuoso en el que mejoramos para dar y
damos para mejorar.
Todos
los seres humanos llegamos al mundo con tres recursos personales de inestimable
valor –inteligencia, emociones y voluntad– que vamos desarrollando a lo largo
de nuestra vida; los logros que alcancemos como individuos y como seres
sociales dependen de nuestra capacidad para gestionar esos tres recursos. En la
medida en que cada persona es la única dueña de su propia vida, el reto de
construir mejores sueños y llegar a realizarlos pasa necesariamente por su
capacidad para administrar adecuadamente sus recursos personales. Y ese es un
proceso ininterrumpido que se va desarrollando todos los días con cada decisión
que una persona toma. Por ello, en lugar de incurrir en pretextos para
justificar ante otros o ante uno mismo los errores cometidos o los problemas
enfrentados –como sucede cuando se asumen actitudes victimitas, pesimistas o
cínicas– es necesario saber tomar mejores decisiones y estar en capacidad de
asumir la responsabilidad por ellas, a sabiendas de que los errores ocurren y
que de ellos es mucho lo que se puede aprender.
Con
las herramientas adecuadas toda persona puede construir su sueño personal,
ambicionando en él cosas que podrían parecer imposibles en el momento en que
las plantea, y hacer de su vida una experiencia interesante, intensa,
emocionante, inteligente y reconfortante, que le permita ir cristalizando ese
sueño que se ha trazado. Sin embargo, para que dicha experiencia sea integral,
hay que saber escuchar y atender las necesidades emocionales avanzadas, que son
aquellas que no demandan el éxito sino la expansión de los recursos personales
–inteligencia, emociones y voluntad– y la capacidad de ponerlos al servicio de
las demás personas.
Este
libro se basa en la creencia de que todo ser humano, además de ser responsable
de su propio progreso individual, puede mejorar su capacidad de influir
positivamente en el progreso de los demás. Para ello, construye una serie de
modelos explicativos que le permiten al lector identificar sus fortalezas y sus
debilidades personales, y en cada caso va delineando recomendaciones para
alcanzar una vida bien lograda y hacer reales los sueños que uno mismo se va
trazando.
Armonía
entre los opuestos
Para ubicar a una persona hay que comenzar por escuchar la calidez de su discurso y determinar si apela constantemente a enfoques de tipo racional, refiriéndose a hechos y a datos demostrables, o si se inclina más por un discurso de índole emocional, aludiendo a ideas, conceptos o modelos indemostrables. Si bien ninguna persona está ubicada en un único eje, y los discursos cotidianos suelen entremezclar elementos racionales y emocionales, la observación atenta de otras personas –o de uno mismo– permitirá extraer una tendencia más acentuada en cada individuo.
El
siguiente paso consiste en observar si la persona pone más énfasis en las cosas
“cercanas”, como su casa, los asuntos concretos y su intimidad personal, o si
por el contrario tiende a hablar de lo “lejano”, como lo que sucede en el
mundo, en la economía o en la política. Los primeros son más reflexivos y
tienden a hablar poco, mientras que los segundos suelen ser más extrovertidos y
tienden a hablar mucho.
Al
cruzar estos dos ejes surge una matriz que define cuatro personalidades
diferentes. Los de mentalidad anglosajona, con una aproximación racional hacia
la vida e interesados en lo global y distante, son muy dados a la estrategia,
al análisis del entorno, a los negocios que involucran operaciones complejas y
a la competencia. Este tipo de personas tienden a ser ambiciosas, buenas
organizadoras, individualistas y dominantes, al tiempo que eluden el conflicto,
evitan hablar de sus propios sentimientos y son propensas a utilizar medios
innobles para alcanzar sus propias metas.
En
el cuadrante superior derecho se ubican los de mentalidad latina: se trata de
personas que están igualmente preocupadas por lo global, pero lo asumen desde
una perspectiva menos estructurada y más pasional. Este tipo de personas
tienden a ser creativas, simpáticas y abiertas al cambio, al tiempo que se ven
inclinados al desorden, la superficialidad, el esnobismo y hasta la
exageración. En síntesis, se trata de personalidades seductoras pero
inconstantes, influyentes pero excesivamente preocupadas por la opinión de los
otros y el reconocimiento ajeno.
En
la parte inferior derecha se encuentran los de mentalidad asiática, que
privilegian igualmente lo emocional o intangible sobre lo racional o concreto.
A quienes tienen esta visión del mundo les gustan las relaciones íntimas, las
redes de confianza, el trabajo en equipo, la familia y la tradición. Así,
tienden a establecer buenas relaciones laborales y a establecer puentes de
intimidad con las otras personas. Pero al mismo tiempo, adolecen en ocasiones
de una tendencia a ceder fácilmente sus propios intereses y de la incapacidad
de enfrentarse a otras personas en conflictos agresivos. Son, en general,
personas humildes, obedientes, pacíficas y flexibles.
Por
último, en el cuadrante inferior izquierdo se ubican los de mentalidad
germánica, que son quienes conjugan la reflexión íntima con la racionalidad. A
estas personas les gusta lo cuantificable, el orden y la sistematización y son
organizados, analíticos y capaces de resolver problemas prácticos. Sin embargo,
suelen ser rígidos, poco abiertos al cambio y a la innovación y les cuesta
trabajo realizar varias tareas al mismo tiempo. En general son personas
conservadoras que valoran la estabilidad y la existencia de regulaciones
claras. Los científicos, informáticos y auditores suelen pertenecen a este
grupo.
Pues
bien, una vez establecida esta categorización, usted debe ubicarse en el plano,
aclarando que aunque su personalidad no se ajuste perfectamente en una de las
tipologías propuestas, siempre es posible definir una tendencia, al observar
los rasgos que predominan sobre los otros.
Es
usual que una persona comparta rasgos de dos mentalidades que colindan
horizontal o verticalmente, pero es muy poco común encontrar personas cuya
personalidad reúna elementos antagónicos, es decir que mezcle las
características de un plano con las de aquel otro plano que se ubica en
diagonal. Así, es probable encontrar personas con rasgos de latino y de
anglosajón, pero es improbable encontrar personas con rasgos latinos y germánicos.
Y, sin embargo, es en la capacidad de gestionar esa polaridad en donde radica
el éxito para construir los propios sueños.
La
armonía entre los opuestos es la mayor fuente de enriquecimiento personal.
Quienes son capaces de abrirse a los puntos de vista más distantes a los suyos
son quienes tienen las mejores herramientas para comprender la realidad. Por
ello, al momento de forjar equipos empresariales, constituir familias, o
iniciar empresas conjuntas, conviene acercarse a personas cuya mentalidad se ubique
en la diagonal de la de uno mismo. Al fin y al cabo, “las personas iguales a
ti, a largo plazo, no te añaden gran cosa”.
Las
necesidades emocionales
Las
necesidades emocionales de los humanos pueden clasificarse en las denominadas
“voces interiores”. De acuerdo con este modelo, estas “voces” son las que
determinan las motivaciones que uno tiene y, por eso mismo, son las
responsables de las conductas que cada cual asume.
Las
necesidades emocionales son algo natural que está presente en todas las personas
y cumplen una función semejante a la que cumple el sistema inmunológico. Como
la normalidad en el plano emocional está dada por la tranquilidad y la alegría,
los estados emocionales negativos cumplen una función de alerta, del mismo modo
en que lo hace la fiebre, al indicar que hay algo que no está funcionando bien
en uno mismo y que es necesario tomar medidas al respecto.
Así,
esas “voces interiores” son exigencias que deben ser alimentadas continuamente,
pero hay que tener en cuenta que la forma en que uno las alimente, la
estrategia que uno adelante para satisfacer sus deseos inmediatos, determina en
gran medida el tipo de sueños que uno estará en condiciones de fijarse y la
posibilidad que uno tendrá de construirlos. De nuevo, tal como sucede en el plano
fisiológico, un “mal alimento” emocional puede quitar el hambre inmediata pero
acarreará problemas en el mediano plazo, mientras que una alimentación sana,
que no sólo satisfaga las necesidades emocionales sino que permita aumentar los
recursos personales, es la base de la construcción de los sueños personales.
Existen
cuatro “voces interiores” básicas, que son las que permiten que la especie
sobreviva y dos “voces interiores” avanzadas que, aunque son más difíciles de
escuchar son las que permiten la construcción de los sueños.
Las
cuatro primeras voces nos están haciendo peticiones constantes y reflejan
diferentes necesidades emocionales, a saber:
La
primera es la voz de la seguridad: es el deseo natural que reclama
estabilidad, orden, certeza, confort y control. Esta voz es la que nos aleja de
situaciones de riesgo, de grandes incertidumbres o de complicaciones
inmanejables.
Las
necesidades emocionales de seguridad se pueden alimentar con fast food emocional,
como en el caso de las personas que optan por evitar todo riesgo o por llenarse
de reglas y de ataduras, pero también pueden ser saciadas con alimentos sanos,
como sucede cuando una persona aprende a enfrentar los riesgos, se prepara
profesionalmente y desarrolla una alta seguridad en sus capacidades personales.
La voz de la seguridad se puede satisfacer con el encierro y la actitud
defensiva, pero también estará más satisfecha cuando se fortalece la capacidad
para enfrentar los retos y las dificultades de la vida. Del alimento que uno
escoja en el presente, dependen los logros que alcanzará en el futuro.
La
segunda es la voz de la variedad: es la tendencia humana a buscar
el cambio, a explorar, competir, aventurar, trasgredir y romper con la
monotonía. La presencia del aburrimiento y de la apatía son dos formas como
esta voz da sus alertas.
En
este caso también abundan los alimentos que ofrecen una satisfacción grande e
inmediata del llamado emocional, pero que pueden tener consecuencias nefastas
en un tiempo mayor; es el caso de los estupefacientes, el alcohol, el sexo
mecánico o la infidelidad. De otra parte, se encuentran los alimentos
saludables que tienen un efecto positivo en la proyección hacia el futuro y que
habilitan la construcción de los sueños; es el caso del cultivo de la mente, la
realización de actividades diversas, la búsqueda de la variedad en todos los
espacios de la vida, la flexibilidad y la apertura al cambio.
La
tercera, es la necesidad de singularidad: es el deseo
inherente a destacarse, a sobresalir y ser reconocido como alguien diferente y
especial. La experiencia nos ha mostrado que aquellos que logran destacarse
reciben grandes privilegios en sus vidas y por eso tendemos a evitar el
anonimato y la sensación de inutilidad o de ser utilizados por otros.
En
este caso, una respuesta puede ser la de criticar a los otros para destacar
sobre ellos, intentar opacar a los demás, despreciarlos y manipularlos. Estos
alimentos generan un conflicto con las voces interiores de esas otras personas
y dificultan el logro de nuestros sueños. De otra parte, en cambio, se
encuentran los alimentos sanos, como la capacidad de valorarse a uno mismo por
lo que se es, el fomento de la vitalidad personal y el cultivo de las propias
virtudes.
La
cuarta voz básica es el deseo de conexión: una voz que nos
pide establecer lazos con las demás personas, compartir nuestras vidas, ser
aceptados por los otros, recibir afecto y desempeñar una vida en sociedad. Esta
voz se manifiesta a través de expresiones que están ligadas al amor y a la
soledad.
El
deseo de conexión se puede satisfacer con la pertenencia a sectas, con el
nacionalismo fanático o con el servilismo hacia las iniciativas ajenas, pero
hay formas más formativas y adecuadas de alimentarlo, como son la apertura
hacia los otros, la solidaridad, el trabajo en equipo, la capacidad de confiar
y delegar tareas.
Al
igual que sucedía con las diferentes mentalidades, en el caso de estas cuatro
voces interiores se presentan aparentes conflictos y antagonismos. El deseo de
seguridad, por ejemplo, pugna con el deseo de variedad, al igual que rivalizan
los deseos de singularidad y conexión. Pero en la habilidad para gestionar esta
polaridad radica nuevamente la posibilidad de construir nuestros propios
sueños.
La
capacidad de llevar una vida variada y entretenida sin que ello ponga en riesgo
la sensación de seguridad, o la habilidad para conectar con otras personas sin
sacrificar para ello la propia individualidad, son indiciadores inequívocos de
una buena salud
emocional. Así, el juego de las cuatro voces
básicas se resuelve en la capacidad de armonizar los opuestos: enfrentar nuevos
retos permite aumentar la seguridad personal, y aumentar la seguridad en uno
mismo da las bases para asumir nuevos y mayores retos.
Quien
ha logrado superar con éxito está dialéctica tendrá las herramientas de base
para poder escuchar y satisfacer adecuadamente la quinta y la sexta voz, que
reflejan necesidades emocionales de orden superior y por ello no siempre
resultan evidentes.
La
quinta voz emocional es el deseo de crecimiento personal: un
llamado interno a superarnos permanentemente a nosotros mismos, a progresar y a
avanzar como individuos. Para satisfacer esta voz se requiere cultivar la
sabiduría. En otras palabras, la capacidad para gestionar productivamente las
cuatro voces básicas nos conduce al deseo natural de ampliar nuestro
conocimiento de todo lo que nos rodea.
Por
su parte, la sexta y última necesidad emocional es la del progreso
social: una voz que nos pide contribuirle a los otros, un llamado a
hacer cosas útiles y valiosas para los demás. Quienes logran escuchar y
satisfacer esta voz se instalarán en un círculo virtuoso de crecimiento en el
que sus capacidades para dar y para recibir van aumentando en forma
correlativa.
El
progreso individual en la tarea de escuchar y alimentar las necesidades
emocionales se ve reflejado en el decreciente nivel de atención que una persona
le da a sus cuatro voces internas básicas, frente a una atención cada vez mayor
de las dos voces superiores. Dos voces que se necesitan y se enriquecen
mutuamente, y que permiten conquistar el sueño de una vida bien lograda.
Trampas,
autoengaños y mecanismos de defensa
Aunque
la presencia de una fiebre constituye una señal de alerta sobre unos riegos
mayores que enfrenta la salud, para poder atender el peligro no basta con
percibir sus efectos, sino que también se requiere saber interpretarlos y
darles el remedio adecuado. De igual forma, en el juego de escuchar,
interpretar y satisfacer adecuadamente las necesidades emocionales internas,
podemos sucumbir en una serie de interpretaciones equivocadas, o podemos
alimentarnos con comida incorrecta, que oculta el hambre pero aumenta el
malestar.
Para
clarificar esto, hay que alertar sobre una interpretación incorrecta y muy
usual que se suele presentar frente a cada una de las cuatro “voces interiores
básicas”:
- El deseo de seguridad tiende a
ser confundido con las ansias de dinero. Es cierto que el dinero es
importante, pero la seguridad es un asunto interno que tiene que ver con
la confianza que uno tiene en uno mismo y no con el poder que ha adquirido
para comprar una aparente seguridad. Quienes caen en esta trampa, suelen
enfocar su vida hacia la consecución del dinero y muchas veces sacrifican
en ello el concepto que tienen de sí mismos, haciendo por dinero cosas con
las que no se sienten bien.
- El deseo de variedad se suele
confundir con los anhelos de poder y éxito profesional. Sin embargo, al
igual que con el dinero, estas dos aspiraciones no deben ser asumidas como
un fin en sí mismas, sino como un medio para alcanzar mayores niveles de
satisfacción. Quienes priorizan el éxito profesional e intentan
conseguirlo de cualquier forma, sacrifican fácilmente su honra y su
autoridad moral.
- El deseo de singularidad no es
lo mismo que establecer una gran imagen pública y mejorar el aspecto
exterior. Si alguien tiene como meta despertar la admiración de los otros
y verse hermoso de cualquier forma, terminará por sacrificar cosas más
profundas y más importantes.
- El deseo de conexión no se
debe interpretar como la necesidad de establecer muchas relaciones
sociales. La atención que otros pueden prestarle a un individuo no es la
medida de su satisfacción emocional. Por el contrario, puede fácilmente
devenir en una forma de dependencia.
Una
consecuencia visible y problemática de la mala lectura que muchos le dan a sus
necesidades emocionales básicas está dada por los crecientes casos de anorexia.
Si alguien cifra su seguridad, su deseo de aventura, su singularidad y su
aceptación por parte de los otros en el hecho de tener “un cuerpo
superdelgado”, entra en esa espiral peligrosa que le puede dar ciertas
satisfacciones momentáneas, pero que fácilmente arrasa con su propia vida.
Uno
de los mayores problemas de no saber interpretar el llamado de las emociones
radica en que se puede estar produciendo “hambre espiritual” y tanto mayor sea
el hambre cuanto menor la capacidad de discernir los alimentos buenos de los
malos. Así, quien se deja llevar por los errores tendrá cada vez mayores
dificultades para construir su sueño personal.
Otra
forma de gestionar inadecuadamente las emociones básicas se presenta cuando
planteamos un pretexto inmaduro para justificar nuestra incapacidad de enfrentar
la adversidad. A diferencia de los mecanismos de defensa maduros, que permiten
volcar la adversidad en fuente de aprendizaje y conocimiento, los mecanismos
inmaduros encarnan un engaño y constituyen por ello un obstáculo para la
construcción del propio sueño. Hay diez mecanismos de defensa inmaduros que son
muy recurrentes entre las personas y es importante detectarlos y erradicarlos
en el comportamiento personal:
- Culpar a los otros y asumir
una actitud victimista.
- Inventar justificaciones y
excusas para exonerarse de responsabilidad.
- Negarse a ver la realidad y a
escuchar lo que uno no quiere saber.
- Inhibirse de afectos y
pensamientos, desconectarse de la realidad y “pasar” de todo.
- Huir hacia adelante. En lugar
de enfrentar el problema lanzarse ciegamente a hacer otras cosas.
- Intentar controlar y tener
celos, que son síntomas de inseguridad y de un temor incontrolable a
perder algo.
- Retirarse en forma autista.
Crear fantasías a partir de sustancias como el alcohol o las drogas.
- Asumir una pasividad auto
punitiva. Castigarse a uno mismo de forma irreflexiva como medio para
tranquilizar la conciencia.
- Ser hipocondriaco. Somatizar
los problemas como excusa para no enfrentarlos.
- Tener conductas agresivas y
atacar a los otros.
Frente
a estos mecanismos inmaduros y poco fértiles, existen otras alternativas para
enfrentar la adversidad que contribuyen directamente a la construcción del
sueño personal y para dejar de incurrir en estos autoengaños es preciso
desarrollar el hábito de utilizar los mecanismos maduros. Son los siguientes:
conocerse mejor, razonar analíticamente, anticiparse y prever, realizar
actividades de ocio sano para tomar distancia momentánea de los problemas,
reducir la carga emotiva, expresar el conflicto con sentido del humor, tener un
espíritu de servicio y sacrificar el placer inmediato en aras de
gratificaciones posteriores, dignificar el conflicto y desplegar actividades
para enfrentar las adversidades en forma activa.
El
presente y el futuro
Aunque
la construcción del sueño personal es una aspiración hacia el futuro, tiene
también repercusiones en el presente y en algunas ocasiones estos dos planos
temporales entran en conflicto. En muchos casos hay que sopesar las
consecuencias futuras de las acciones presentes, para determinar las decisiones
o las acciones que uno emprenden en el presente. Hay un indicador claro para
saber si un día ha sido bueno, no sólo en el sentido de haberlo disfrutado sino
también en el de haberlo aprovechado en la tarea de ser una persona bien
lograda. Ese indicador es el “sentimiento cotidiano de eficacia” que se ve
reflejado en la satisfacción con que uno va a dormirse con la sensación de
haber aprovechado bien el tiempo.
Al
momento de tomar una decisión específica, las personas tendemos a hacer un
juicio de tipo emocional (para determinar si algo nos gusta o no) y otro juicio
de tipo racional (para establecer si ese algo nos conviene o no). La siguiente
matriz permite ubicar nuestros comportamientos en función de los juicios que
hacemos antes de emprenderlos:
En el primer cuadrante se ubican las acciones que nos gustan y nos convienen. Es el plano ideal y obedece a la definición aristotélica de felicidad, quien la concebía como el estado en el que el alma (las emociones, en este esquema) está acorde con la virtud (la razón en este caso). Desafortunadamente, no siempre tenemos la posibilidad de optar por esta decisión, aunque estará presente con mayor frecuencia en la medida en que alcancemos una vida bien lograda.
En el primer cuadrante se ubican las acciones que nos gustan y nos convienen. Es el plano ideal y obedece a la definición aristotélica de felicidad, quien la concebía como el estado en el que el alma (las emociones, en este esquema) está acorde con la virtud (la razón en este caso). Desafortunadamente, no siempre tenemos la posibilidad de optar por esta decisión, aunque estará presente con mayor frecuencia en la medida en que alcancemos una vida bien lograda.
Por
su parte, las acciones del cuarto cuadrante encarnan pocos peligros, porque
nada nos lleva a optar por ellas. El problema se presenta cuando hemos de
decidir entre el segundo y el tercero. El segundo es más seductor, el tercero
ofrece mayores beneficios en el mediano plazo.
Si
realizamos una proyección de las acciones dos y tres hacia el futuro,
encontraremos que el nivel de satisfacción que nos ofrece cada una de ellas es
diferente a medida que pasa el tiempo. Así, aquellas acciones ubicadas en el
segundo cuadrante, que en el presente nos reportan grandes satisfacciones, irán
perdiendo cada día su capacidad de hacerlo y es posible que empiecen a generar
una gratificación negativa. Es el caso del alcohol y de las sustancias
adictivas. Por el contrario, las acciones del tercer cuadrante nos exigen un
sacrificio inmediato pero nos reportan mayores beneficios en el futuro. Su
nivel de gratificación aumenta con el tiempo, por lo que constituyen una
excelente inversión en términos de nuestra felicidad personal. Incluso, cuando
las hemos incorporado como hábitos, es posible que pasen a ubicarse en el
primer cuadrante, donde se encuentra el ideal de felicidad. Ejemplos de las
acciones que se ubican en el tercer plano pueden ser el ejercicio físico, el
estudio y las actividades culinarias.
Para
clarificar mejor cuál es ese futuro ideal al que deseamos llegar y poder
encauzar hacia él nuestras decisiones del presente, conviene diseñar un plan
personal de las expectativas y los sueños. Frente a los proyectos prioritarios
del año en curso tenemos la técnica propuesta por Peter Drucker que consiste en
escribir en una ficha el contenido de cada proyecto y las expectativas que uno
tiene frente a él, guardar luego la ficha en un sobre cerrado y escribir en él
la fecha de apertura. Llegado ese momento, se debe sacar la ficha, leer las
metas que uno tenía y contrastarlas con los logros reales. Este ejercicio
permitirá contrastar con mucha claridad las expectativas y la realidad, para
evaluar los recursos personales y definir las debilidades que uno tiene.
Ahora
bien, tratándose de un plan personal para el futuro, es recomendable que uno se
fije una fecha lejana en el tiempo, que se encuentre a muchos años de distancia
porque lo importante de esto es darle sentido al camino que uno transita para
llegar hasta ella. Ese plan personal debe incorporar tres ámbitos: la ambición
personal, es decir el tipo de persona que uno quiere ser en esa fecha y la vida
que quisiera llevar; tres o cuatro cosas en las que le gustaría destacarse; y
las recompensas legítimas de índole material y emocional que espera haber
recibido para ese entonces.
El
plan ha de ser irrazonable en cuanto a su ambición y generosidad, pero
obtenible en cuanto a su posibilidad de realizarse, que está determinada en
gran medida por la coherencia interna que exista entre los tres ámbitos. Habría
que escribir el plan en tres o cuatro sesiones de media hora y luego leerlo
diariamente durante varios meses, aunque ya haya sido aprendido de memoria. La
fuerza de esta reiteración consiste en aumentar la intensidad emocional del
proyecto y dejar que se instale en el subconsciente, para que sus acciones se
vayan incorporando en los hábitos de comportamiento. El subconsciente trabaja
por su cuenta si se le entregan los planos con las instrucciones de lo que uno
quiere hacer.
Adicionalmente,
para aumentar la posibilidad de que los proyectos anuales y personales para el
futuro sean exitosos, tenemos los siguientes siete pasos para estructurarlos en
forma adecuada:
- Clarificar la situación.
Conocer y evaluar el punto del que se parte.
- Alcanzar un estado de certeza.
Tener la disciplina mental para asumir que sí es posible alcanzar esas
metas. En esta tarea conviene hacer el ejercicio de recordar todos
aquellos logros actuales que en el pasado nos parecían inalcanzables.
- Entusiasmarse con el objetivo
futuro. Meterle todo el corazón al proyecto, porque entre mayor sea el
deseo de alcanzar la meta, mayores los esfuerzos que se realizarán en su
búsqueda.
- Enfocarse en los detalles
afines a los objetivos. Entender la naturaleza, las características y los
requerimientos que surgen de cada objetivo.
- Establecer un compromiso.
Ejecutar las acciones propuestas y no dejar que pase el tiempo posponiendo
las tareas.
- Construir una masa crítica de
actuaciones. Como en el efecto de la bola de nieve, después de haber
acumulado ciertas acciones positivas (iniciativas, actuaciones,
actividades) se generará una inercia de crecimiento.
- Poner cabeza. Esto consiste en
evaluar los resultados y fijar una estrategia para darle continuidad y
permanencia a los objetivos logrados.
Trastornos
en la conducta
Un
diagnóstico adecuado permite identificar los desajustes de la conducta con
anticipación, enfrentarse a ellos y evitar que se constituyan en obstáculos
para la consecución de los sueños. En las secciones anteriores se han
mencionado dos factores que propician desajustes en la conducta: la ausencia de
una polaridad adecuada en la personalidad –tanto en la forma de ser como en la
gestión de las voces interiores– y el uso de mecanismos de defensa inmaduros
frente a las adversidades. Además de ellos, hay un tercer factor de riesgo, que
está dado por la presencia de estímulos externos anormales.
Todos
estamos permanentemente inmersos en un entorno determinado, que nos suministra
un conjunto de estímulos tanto positivos como negativos. El nivel de complejidad
del entorno puede afectar nuestras emociones y creencias sobre nosotros mismos
y por ello tiene una repercusión directa en la conducta que asumimos.
Ante
esto, además del entorno existe un “intorno”, es decir, un conjunto de
estímulos que proceden de uno mismo y que dependen de la forma en que uno ha
desarrollado sus recursos personales. Así, frente a entornos adversos, la
presencia de un intorno sólido constituye una herramienta muy
poderosa para hacer frente a las circunstancias e incluso tornar la complejidad
en un reto formativo.
Para
tener las mejores respuestas conductuales frente a diferentes escenarios es
necesario conocer el intorno propio, pero adicionalmente es
muy útil saber cuál es el grado de complejidad del entorno que provoca las
mejores respuestas internas. Fortalecer el intorno y someterse
a entornos de mayor complejidad son dos procesos que se retroalimentan. Así,
los entornos de muy baja complejidad no ayudan a fortalecer el intorno,
y los intornos de alto desarrollo permiten mejores respuestas
individuales a cualquier tipo de entorno.
Ahora
bien, cualquiera que sea el factor que propicia desajustes en la conducta,
engendra el riesgo de propiciar una conducta patológica. En su primera etapa,
estos trastornos de la conducta pueden ser apenas “rasgos”, pero si se
comienzan a volver habituales se da el fenómeno de la “cristalización” que hace
más difíciles combatirlos, o de la “solidificación” que es un nivel en el que
la patología interfiere con todas las esferas de la vida y superarla se vuelve
muy difícil.
Los
trastornos de la conducta se clasifican en dos tipos, los primeros cuatro son
los que se encuentran más comúnmente entre las personas con cargos directivos:
- Conducta asocial: Está regida
por la creencia de que el fin justifica los medios y alimentada por las
ansias de poder y la falta de escrúpulos. Se manifiesta en acciones
violentas, destructoras o –en su grado máximo de solidificación– en
cuadros psicópatas.
- Conducta narcisista: Se
manifiesta en una búsqueda continua de protagonismo y una actitud
egocéntrica de tipo esnobista. Aunque en su primera etapa produce personas
con liderazgo y capacidades de comunicación, si se desborda puede
engendrar sujetos manipuladores, poco realistas y dependientes de la
aprobación ajena.
- Conducta histriónica: Consiste
en hacer de la propia vida una farsa teatral y se evidencia cuando se dan
respuestas exageradas ante los estímulos externos. Esta patología lleva a
un dramatismo descontrolado y va aparejada del temor a quedar mal ante los
otros.
- Conducta obsesiva: Consiste en
una pérdida de perspectiva que imposibilita para alejar de la cabeza
determinadas ideas o cuestiones. Se manifiesta en actitudes maniáticas
frente al orden, la rigurosidad y la perfección. Quienes sufren esta
patología suelen alejarse de los demás y ser excesivamente exigentes
consigo mismos.
Los
siguientes cuatro trastornos se encuentran menos entre los directivos pero
suelen estar presentes en las personas con menores responsabilidades de
gestión:
- Conducta dependiente: Está dada
por una debilidad de la voluntad que obliga a despreciar el propio juicio
y a necesitar de la orientación ajena para toda actividad.
- Conducta pasivo agresiva:
Presente en quienes alimentan la creencia de que el mundo confabula en su
contra, esta patología se manifiesta en actitudes rencorosas y en una
tendencia a distorsionar la realidad para interpretar todo en su contra.
- Conducta ausente: Está dada
por la incapacidad para involucrarse emocionalmente con los otros y suele
manifestarse en actitudes de desidia y apatía.
- Conducta esquizoide: Está
regida por la introversión y el ensimismamiento y se manifiesta en
actitudes solitarias, frialdad y una tendencia hacia la fantasía.
Aunque
la presencia de estas conductas en su etapa de “rasgo” puede tener frutos positivos,
es necesario detectarla a tiempo y saber manejarla, para que no llegue a
“cristalizarse” y mucho menos a “solidificarse”.
Creencias
personales y relaciones sociales
El
estatus de una vida bien lograda tiene que ver con los hábitos cognitivos y el
desarrollo de los recursos personales más que con las circunstancias externas a
las cuales se tenga que enfrentar. Así, la construcción del sueño personal,
exige una observación cuidadosa del rol que desempeñan la inteligencia, las
emociones y la voluntad, para que esos tres recursos personales se orienten
hacia la consecución de la meta deseada.
La
voluntad es el motor que moviliza el progreso, los estados de ánimo determinan
los resultados que uno puede alcanzar y el razonamiento y las creencias son la plataforma
para volcar la realidad en beneficio de los propios sueños.
Las
creencias son pequeñas certezas personales que uno ha adoptado, con mucho o
poco fundamento. En su conjunto, son la base sobre la cual uno construye su
conducta. Por ende, cuando uno tiene creencias negativas o restringidas,
igualmente lo será su percepción de la realidad, pues todos tendemos a buscar
en la realidad una confirmación de nuestras propias ideas y creencias. En la
medida en que las creencias no suelen tener un sustrato de verdad absoluta,
antes de discutir qué creencias son más reales y ciertas que otras, conviene
investigar cuáles son más provechosas para el proyecto de vida que uno mismo se
ha planteado.
Un
buen sistema de creencias, que favorezca la consecución de los sueños
personales, tiene dos características esenciales: no le pone trabas
innecesarias a la satisfacción de las necesidades emocionales básicas –es
decir, se fija por unas reglas claras y sencillas– y está planteándose nuevos
retos en forma continua para que la persona alcance mayores metas. Para
alcanzar una vida en la que el logro fluya con naturalidad, es necesario
adecuar la ambición personal y el sistema de creencias.
Por
todo eso, resulta esencial revisar las creencias que se tienen y evaluar cuáles
de ellas son las que mejor contribuyen a los propósitos que uno se ha
propuesto. En todos los casos, es necesario mantener un margen de flexibilidad
y estar dispuesto a modificar las creencias, para poder adaptarse a nuevas
responsabilidades personales o profesionales.
Algunas
creencias que favorecen el aprendizaje personal son las siguientes:
- Todos los acontecimientos
–sean buenos o sean malos– tienen una razón oculta, y la adversidad del
presente constituye la semilla de un beneficio equivalente o mayor en el
futuro.
- Los resultados no deseados son
una fuente de aprendizaje. En lugar de creer en el fracaso, asumir que de
todos los errores se aprenden cosas.
- Uno es el responsable de las
cosas buenas y malas que le suceden. En lugar de delegar responsabilidades
o asumir un rol de víctima, la creencia de la responsabilidad individual
permite asumir los problemas con madurez para tratar de solucionarlos en
lugar de evadirlos u ocultarlos.
- Para comenzar una acción no se
requiere saberlo todo. Hay cosas que es necesario entender y cosas que no,
por eso es importante aprender a tomar decisiones en las condiciones del
mundo real en el que priman la incertidumbre y la desinformación. De lo
contrario se caería en la inacción absoluta.
- El trabajo es algo placentero.
Esta creencia se puede leer como una doble recomendación; disfrutar lo que
uno hace y hacer aquello que uno disfruta.
- La entrega y el compromiso
personal potencian los resultados. La perseverancia es más importante para
el logro de las metas que la fuerza o la rapidez con que uno las persiga.
En la vida no hay propósitos imposibles sino plazos inadecuados.
- Los valores sociales del
respeto, la confianza y la sensibilidad son esenciales para construir
relaciones. Sin un compromiso fuerte por las demás personas resulta
imposible alcanzar grandes logros humanos.
Esta
última creencia tiene una relevancia muy grande, en la medida en que una gran
parte del progreso personal y profesional de una persona depende de sus
relaciones sociales. Por ello, existen tres niveles de calidad en las
relaciones; un nivel inicial de tipo utilitarista, en él solo se espera recibir
de otra persona lo que uno desea o necesita; un segundo nivel que asemeja un
intercambio comercial, en el que cada cual da para recibir del otro. Este nivel
se ciñe a un modelo de reciprocidad y permite que se creen relaciones
perdurables, aunque un desequilibrio en la balanza puede arruinarlo todo. Por
último, el nivel más elevado se da cuando uno se compromete a servir las
necesidades de otra persona sin esperar por ello nada a cambio y recibiendo tan
sólo una gratificación interna. En su expresión más elevada, que sintetiza el
éxito en la gestión de la “sexta voz interior”, la persona profesa amor
desinteresado a todos los otros sin discriminación de ninguna especie.
Adicionalmente,
las relaciones humanas se pueden ver afectadas por cuatro factores, todos ellos
comenzados por la letra R, y cada uno más grave y profundo que el anterior: la
“resistencia”, que es la actitud defensiva hacia los otros; el “rechazo”, que
es la actitud beligerante hacia el otro; el “resentimiento”, que se da cuando
uno asocia la relación con emociones de tristeza y victimismo; y la
“represión”, que se da cuando la persona tiene que frenar sus impulsos que lo
llevan a causarle mal a la otra persona. La presencia de estos factores en una
relación constituye una alerta evidente de un trastorno que está teniendo
lugar.
Por
último, en muchas ocasiones la demanda de tiempo para las actividades
profesionales y sociales es demasiado alta, por lo que uno se ve imposibilitado
para fortalecer sus relaciones. Por ello, para mejorar las relaciones conviene
desarrollar una adecuada gestión del tiempo, que se puede realizar siguiendo la
metodología ESC (sigla que significa Eliminar, Simplificar, y Combinar). La
primera etapa de la metodología consiste en Eliminar de los hábitos cotidianos
aquellas actividades inútiles que solo quitan tiempo, como algunas reuniones o
conversaciones telefónicas o el zapping en la televisión. La
segunda etapa consiste en Simplificar algunas de las actividades ingeniándose
formas para encajarlas en el horario; por ejemplo, para hacer ejercicio no es
necesario dedicar horas enteras en ir a un gimnasio, cambiarse, ducharse, y
demás, sino que basta con caminar más o subir escaleras en lugar de tomar el
ascensor. Finalmente, la metodología propone Combinar actividades, para hacer
varias cosas al mismo tiempo garantizando que ambas sean placenteras. Así, por
ejemplo, uno puede combinar las actividades culinarias con la vida familiar,
las deportivas con las relaciones de amistad, las profesionales con la vida del
hogar. Todo es cuestión de organizar muy bien la agenda.
Conclusión
Para
la construcción de los sueños y el progreso en el plano personal y profesional
conviene realizar una proyección de la persona que uno quiere ser en varios
años y enfocar los hábitos cognitivos hacia el logro de dicha meta. A lo largo
del resumen se han planteado los diferentes elementos que entran en juego para
desarrollar una actividad cognitiva sana y productiva. De una parte, se debe
buscar el equilibrio entre las facetas opuestas de la personalidad, pues la
polaridad es la mayor fuente de riqueza que uno puede encontrar. De otra parte,
se requiere saber escuchar e interpretar las necesidades emocionales, pues una
sensibilidad aguda permitirá que uno le ofrezca el alimento adecuado a sus
necesidades y que al tiempo que satisfaga las necesidades básicas pueda
dedicarle mayores esfuerzos a las dos necesidades emocionales de orden superior:
el crecimiento personal y el progreso social.
Adicionalmente,
la tarea de construir los sueños se puede ver obstaculizada por una serie de
trampas y engaños que uno se hace en forma recurrente para evitar la adversidad
o para no enfrentar las dificultades. Por eso, conviene estudiar muy bien el
comportamiento personal, evitar los mecanismos de defensa inmaduros e
incorporar los mecanismos maduros como un hábito en la conducta cotidiana. Del
intento por evadir los problemas o de la incapacidad para tramitarlos, surgen
trastornos en la conducta que engendrarán grandes obstáculos –muchas veces
insalvables– para el progreso personal.
Dicho
progreso, que permitirá alcanzar un estado de realización y felicidad en el que
se conjugan la sabiduría y la disposición a ayudar a los otros, exige que uno
establezca continuamente un balance entre el tiempo presente y el futuro, sin
que ello implique realizar un sacrificio de la felicidad presente. Es decir, es
necesario imponerse metas y desafíos y evaluar las consecuencias a mediano y
largo plazo de todas las decisiones que uno toma en el presente.
Por
último, al ser uno mismo quien crea y utiliza las creencias que lo rigen en la
vida, y al tener estas creencias un influjo tan grande en el comportamiento, en
los estados emocionales y en la percepción general del mundo y de las otras
personas, es indispensable revisar continuamente el sistema de creencias que
uno tiene, para desechar aquellas que tienen un impacto negativo en la vida y
acoger otras que pueden ofrecer las bases adecuadas para la consecución de los
sueños que uno mismo se ha trazado. El gestor de sus sueños personales jamás
podrá ser alguien diferente de usted mismo.
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