El poeta Borges




Carvajal, Alfonso

Cartagena de Indias, 10/4/1958. Escritor y editor. Ha publicado: El desencanto de la eternidad, Memoria de la noche, Un minuto de silencio, Los poetas malditos, un ensayo libre de culpa, Pequeños crímenes de amor y Hábitos Nocturnos.
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Por Alfonso Carvajal *

Para Firmas Selectas de Prensa Latina

Borges fue reconocido por su narrativa. No como un boom editorial, sino porque en sus cuentos expresó una original creatividad. Su poder de síntesis, la imaginación y estructura, una lírica sin adjetivos, una genial recuperación de los clásicos, y una resolución formal que agradeció con generosidad a Marcel Schwob, revolucionó el panorama literario de su tiempo.


El pionero de esa saga narrativa fue Ficciones (1944), luego vinieron El Aleph y El informe de Brodie.


A los 30 años de su partida, el Borges poeta sigue un poco a la sombra, pero expidiendo su propia luz. Su primer libro, Fervor de Buenos Aires, aparece en 1923. Aunque es un homenaje a la ciudad natal, ya comienza a subrayar sus temáticas, por ejemplo el clamor metafísico con respecto a la vida: “El espacio y el tiempo son formas suyas, /son instrumentos mágicos del alma, /y cuando ésta se apague, /se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte…”.

El libro es un ejercicio estilístico de iniciación y una topografía sentimental de Buenos Aires donde aparecen secretos aljibes, zaguanes, y “el patio es el declive /por el cual se derrama el cielo en la casa”. Y el arrabal, “el reflejo de nuestro tedio”, que hará parte de sus obsesiones en cuentos como “El hombre de la esquina rosada” y “La intrusa”.

Hallamos también esta referencia de pasión juvenil: “Entre mi amor y yo han de levantarse /trescientas noches como trescientas paredes /y el mar será una magia entre nosotros”. En Cuaderno San Martín (1929) aparece el poema “Fundación mítica de Buenos Aires”, donde la nostalgia y el presente se funden: ¿Y fue por este río de sueñera y de barro /que las proas vinieron a fundarme la patria?... /A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: /La juzgo tan eterna como el agua y el aire”.

Treinta y un años después aparecerá El Hacedor (1960), y ya la ceguera será parte de su ser y de los libros que conserva su memoria: “Lento en mi sombra, la penumbra hueca /Exploro con el báculo indeciso, /Yo, que me figuraba el Paraíso /Bajo la especie de una biblioteca”.

Siempre reflexivo, realizó una mirada inteligente sobre la escritura. En Los conjurados (1985, un año antes de morir) dice: “Escribir un poema es ensayar una magia menor. El instrumento de esa magia, el lenguaje, es asaz misterioso”.

Borges, el otro, el poeta, es imprescindible para comprender una aventura literaria que articula los géneros del ensayo, el relato y la poesía como una asombrosa totalidad.

ag/ac


*Escritor, comentarista literario y cronista colombiano.



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